UN PERICOTE MUY HONRADO


Érase una vez en el lejano reino de GUAMOTE, que se vivió una de las pestes de roedores más fulminantes y espeluznantes del siglo XX. Las hordas fueron atraídas tras el volcamiento de un camión de cebollas de origen peruano cerca de una de las quebradas que llevan a la población. Los animales, enfurecidos tras terminarse el alimento, migraron hacia los hogares y se reporta que se tomaron el mercado, evacuaron entre chillidos y rabia al servicio dominical, y se robaron a un niño.

La crisis llevó a que se declare el estado de emergencia en la localidad, causando perjuicios económicos entre los humildes guamoteños, más aún cuando las medidas tradicionales para deshacerse de los roedores resultaban inútiles. Las ratas empezaron a tomar un paso cada vez más lento y siniestro, como si colectivamente comprendieran que no hacía falta temer las trampas de los humanos cuando se tenía fortaleza en el gran número y el tan puro miedo que causaba su tenaz y viciosa presencia.

El destino de este lejano y mágico reino hubiera resultado sellado y perdido, de no ser por la prodigiosa presencia de un singular pericote de páramo, endurecido por las heladas de la cordillera y por la alevosía con la que sobrevivía desde muy pequeño las persecuciones de gatos callejeros y zorrillos de campo. El alcalde de la ciudad, sin mayor remedio ante la marea de enfermedad e infección que azotaba a sus moradores, solicitó la ayuda del pericote para que encuentre un modo de deshacerse de las ratas a cambio de CIEN MIL DÓLARES AMERICANOS (USD). Éste, valiente como era, aceptó ayudar a Guamote y encima ofreció donar el dinero para la construcción de una clínica que ayude a los damnificados de la peste y permita la re-estructuración del sistema de alcantarillado; en particular, que se disminuya el dosaje de cal en el reservorio y así se logren disminuir los casos de dificultades vesiculares entre la población.

Lastimosamente el pericote pereció al cruzar la carretera y ser aplastado por una unidad de una reconocida línea de transporte terrestre de los caminos ecuatorianos.













Debido a que no se cumplieron las clausulas del contrato, el dinero regresó a manos de los inversionistas de la alcaldía y se procedió en su lugar a llamar al servicio de fumigación y control de pestes de la provincia de Chimborazo. Todo el pueblo admirado reconoció la buena fe del pericote al momento de firmar el contrato.

🐀🐀🐀🐀"THE END"🐀🐀🐀🐀